Uno de las tradiciones más arraigas en España corre peligro de desaparecer. Esto puede deberse a las nuevas generaciones y el cambio de costumbres en la población, asimismo es un producto caro en comparación con otros, sumándole el nuevo concepto de alimentación saludable, pero la realidad es que la cantidad de churrerías ha descendido en las principales ciudades de España.
Este cambio se ha hecho especialmente notorio para los dueños de estos locales. Estos aseguran que ya no venden tan siquiera la cuarta parte de lo que vendían hace años. Actualmente llegan a vender tres mil churros por día, cuando hace un par de años se vendían seis o siete mil, y en navidades se llegaban a vender hasta 16.000 churros, esto hace más de veinte años.
Puestos de churros en peligro de extinción
Lentamente las casetas de churros desaparecen en Barcelona debido a que desde 1990 el Ayuntamiento decidió no renovar las concesiones para que ocupasen la vía pública.
Los hijos de los dueños originales, que son los únicos que pueden heredad el negocio familiar muchas veces deciden seguir por otros caminos profesionales o simplemente no continuar con el negocio, por lo que la concesión de pierde y el local cierra sus puertas. Así que, tras bajar las persianas, la parada se desmonta y se retira para siempre de esa calle o plaza, dejando otro barrio sin churrería.
En los últimos 20 años los puestos de churros en la calle han caído a la mitad, y si no hay un cambio legal respecto a las concesiones y permisos, en diez años quedará apenas una pequeña cantidad.
La entidad vela por la homogeneidad de criterios en los 10 distritos y batalla desde hace años para flexibilizar los criterios de traspaso: «Es lógico que no puedas vender una concesión, porque al fin y al cabo es un espacio público, por ello no pertenece a nadie, pero no puede ser que una churrería centenaria, que ha llevado tres generaciones de la misma familia, no pueda seguir adelante a través de un familiar indirecto», alegó José Argilés, presidente del Gremi Artesà de Xurrers de Catalunya y dueño de la concurrida churrería del puente de Marina
Una tradición milenaria
Los locales de churros en la calle eran extremadamente populares durante la segunda mitad del siglo XX y hasta los años 90. «Su desaparición sería una pérdida cultural para la ciudad, porque formaban parte del universo ya casi extinguido de la venta ambulante de alimentos», valoró el historiador Josep María Contel, vicepresidente del Taller d’Història de Gràcia.
Quienes aun mantienen su venta de churros aseguran que el secreto del éxito es hacer un buen producto y mantener el negocio abierto, adaptarse al nuevo mercado e incursionar en él.
Pese a todo, se declaran «optimistas»: «Tengo fe en los hijos de los hijos y en que algún día la concesión pueda pasar de abuelos a nietos». «Si se ejerce el oficio con cariño no tiene por qué desaparecer»
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